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lunes, 23 de abril de 2012
INVESTIGACIONES DIDIER PRESENTA: EL AGUJERO NEGRO DE CALCUTA.
En el año 1756, 146 prisioneros británicos e indios fueron encerrados en una minúscula sala en Calcuta por los hombres de Siraj ud-Dulah, el emperador de la India. A la mañana siguiente sólo 23 seguían vivos. El espeluznante relato de lo sucedido esa noche nos viene de la boca de uno de los supervivientes, que se aseguraría de que nadie olvidará lo sucedido.
Alivardi Khan, un musulmán procedente del norte del país se había hecho con el poder en el año 1742 y mantuvo un gobierno pacífico hasta su muerte, 14 años después, dejando en su lugar a su nieto Siraj ud-Dulah, al que Winston Churchill describió como “sanguinario, violento y codicioso”.
El comercio indio era muy importante para Francia en Inglaterra, y Siraj, temiendo verse sometido en la Guerra de los Siete Años, trató de expulsar a ambos del país. Los franceses no hicieron caso y los ingleses aumentaron sus tropas para un próximo enfrentamiento con los galos.
El emperador indio, organizó a su ejército para que atacara al lugar donde se encontraban los británicos, el Fuerte William, construido en 1706 por la Compañía de las Indias Orientales. El comandante al mando, previendo el enfrentamiento, replegó a sus hombres y abandonaron el lugar dejando a un pequeño grupo capitaneados por la persona de más rango, un civil, el cirujano John Zephaniah Holwell.
Sin aliados y con un gran número de deserciones, tan solo consiguieron un poco de tiempo: inevitablemente el fuerte fue tomado. Todos los hombres fueron detenidos y llevados a una pequeña celda que fue conocida como el Agujero Negro. Allí fueron metidos los soldados británicos, civiles europeos y un grupo de anglo-hindúes que se estaban refugiando en el fuerte.
La mazmorra, que tenía unos 4’3 x 5’5 metros (aunque las medidas varían ligeramente en otras descripciones) no estaba hecha para contener más de 2 personas, sin embargo, 146 fueron introducidas en su interior.
Los relatos cuentan que la puerta había tenido que ser empujada con fuerza para que cerrara y que había dos minúsculas ventanas con barrotes tan gruesos que apenas corría una gota de aire. El hacinamiento era terrible, y hacia las 9 de la noche empezaron a morir las primeras personas debido a los golpes de calor, la deshidratación y la asfixia. Los más débiles fueron aplastados por sus compañeros, que trataban desesperadamente de acercarse a las ventanas o apartarse de las paredes contra las que eran aplastados. En el exterior de la celda había varios soldados a los que se les ofreció una ingente cantidad de dinero a cambio de la libertad o al menos el cambio a otra celda mayor, pero estos tomaron el dinero sin soltar a los prisioneros.
Tan solo uno de los guardias tuvo compasión y proporcionó a los cautivos un poco de agua que varios hombres recogieron en sus sombreros. Pero el ansia de los desesperados terminó por arrojar al suelo casi toda.
Algunos de los soldados indios manifestaron que las condiciones eran atroces, pero ninguno se atrevió a despertar a Siraj, que dormía ajeno a todo en su cama, pues Holwell estaba convencido de que los hombres del emperador actuaron por su cuenta.
Sin embargo, esto no hizo que Siraj ud-Dulah tuviera compasión, se limitó a invitar a sentarse y a un vaso de agua a los 23 únicos supervivientes de la masacre de la noche anterior.
Los cadáveres de las víctimas fueron arrojados a una especie de cloaca, y los supervivientes fueron puestos en libertad, excepto Holwell y un par de hombres más que fueron hechos prisioneros.
Cuando fue liberado, escribió un duro informe que se publicó en 1758 con el título de “Una Genuina Narración de las Deplorables Muertes de los Caballeros Ingleses y otros que fueron sofocados en el Agujero Negro”
El relato de Holwell ha sido duramente criticado. Probablemente esto se deba al hecho de que lo que ocurrió aquel día justificó de algún modo las duras represalias que tomaron los ingleses en la India.
Se cree que el número de víctimas pudo ser menor porque sólo se tiene constancia oficial de la desaparición de 43 soldados ingleses. Sin embargo, no todos los prisioneros eran soldados, había civiles de sangre mezclada que se estaban escondiendo en el fuerte en el momento del ataque.
Cuando los prisioneros supervivientes fueron liberados, salieron huyendo y de muchos de ellos no se supo nunca más. Sin embargo, algunos de los hombres escaparon antes de ser llevados al calabozo, por lo que la cantidad exacta de víctimas es posible que nunca llegue a conocerse.
Se llegó a acusar al cirujano de inventarse una deliberada treta para justificar el ataque a la India, pero hubo otros testimonios, como el del secretario Cooke que testificó ante el Parlamento en 1772, que confirman su versión.
Holwell hizo una lista con los nombres de las víctimas y los escribió en una placa conmemorativa en un monumento que colocó en el lugar de los hechos. Pero ese monumento era odiado por los indios, que decían que daba mala fama y alguien lo robó.
En 1901, después de casi 80 años de la desaparición del anterior monumento, fue construido uno nuevo en la plaza donde estuvo el Agujero Negro, pero se formó un importante movimiento de protesta contra el mismo y 40 años después fue cambiado al cementerio de la iglesia de St Johns, donde aún sigue erguido.
En el lugar donde estuvo situado el Agujero original, se construyó un nuevo fuerte, y encima de la sala donde ocurrieron los hechos, está ahora la oficina de correos, y dentro de ella, una lápida conmemorativa.
Nunca llegaremos a saber lo que ocurrió realmente en el Fuerte William, un castigo exagerado por los soldados del emperador, un hecho exagerado para obtener un beneficio de la desgracia o una mezcla de las dos cosas; pero la experiencia siempre nos enseña, que la realidad supera a la ficción.
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