LA ABUELITA
Una tarde de primavera, ella estaba en su sillón, mientras yo jugaba a sus pies.
- ¿Me enhebras la aguja?, yo ya no puedo mijito - dijo
Estaba zurciendo unos calcetines viejos, nunca entendí porque pasaba tanto tiempo tejiendo.
Esa tarde yo estaba insistente y no se porque, preguntaba y preguntaba.
Ante mi insistencia, ella me miro suavemente y su expresión cambio, por un instante la vi como nunca la había visto. Sus ojos brillaron y su mirada fue de felicidad, su rostro esa tarde me pareció muchísimo más joven.
Luego miro el piso como buscando en su interior, pero estoy seguro que la realidad la pudo. Entonces cedió:
-¡Si lo extraño mucho! – Solo eso dijo, como si fuera una confesión.
Solo eso vasto para que me callara, luego me dio un beso tan tierno y suave que aun lo recuerdo.
Ella siguió tejiendo calcetines viejos, eligiendo la espera para gastar su tiempo.
Hoy, mucho tiempo después, ella ya no esta.
Mi cabeza la dibuja con él, sonriendo como nunca, con sus ojos llenos de brillo mirándolo, y con esa expresión juventud que me regalo aquella tarde de primavera.
Estoy seguro que ya no teje calcetines viejos, ni tiene nada tan valioso que extrañar.
Autor: Ignacio Ureta
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